jueves, 4 de agosto de 2022

Ruedas al Rescate. En recuerdo y homenaje a Darío del Alcázar

Ayer se nos fue Darío del Alcázar. Quienes tuvimos la suerte de conocerlo siempre le recordaremos con cariño. Este texto (que ya no está disponible en Google) se publicó en 2013 en la revista cofrade digital La Tribuna. DEP.

Ruedas al Rescate. www.latribuna.org.  2013

Desde la década de los setenta hasta nuestros días, Darío del Alcázar viene desempeñando magistralmente el noble oficio de la enseñanza. Pocos son los alumnos de la Facultad de Económicas que no han pasado por su academia para aprobar matemáticas o econometría. Sin ir más lejos, nuestro actual presidente de la Agrupación fue su pupilo durante la etapa estudiantil. “Eduardo y yo debatíamos mucho en clase pero nunca vino con nosotros porque siempre se mantuvo fiel a la Sentencia”. Sin embargo, antes que matemático o profesor, nuestro protagonista se define como un cofrade de base enamorado de nuestra semana mayor. Sobrino de Federico del Alcázar (noveno presidente de la Agrupación de Cofradías), el docente nació en el seno de una familia zamarrillera hace cincuenta y ocho años. No obstante, desde muy joven la hermandad de su alma ha sido la Cofradía del Rescate, donde ostenta el cargo de mayordomo del Cristo “hasta que Dios quiera”.

La Semana Santa de principios de los setenta difería enormemente de la que conocemos hoy en día. En aquellos tiempos las corporaciones nazarenas tenían que afrontar serios problemas tales como la falta de portadores o el deterioro del patrimonio artístico, todos ellos envueltos bajo el manto de una negativa coyuntura económica. Cada ente solía estar regentado por una o varias familias y el relevo generacional era visto con recelo por las juntas de gobierno.

El Martes Santo de 1972 Darío paseaba por Carretería junto a los inconfundibles nazarenos del Rescate con el objetivo de encontrar a un buen amigo que participaba en el desfile. “Los tronos entonces andaban fatal. Avanzaban tres pasos y se paraban porque el peso era desmesurado”. En un inciso Darío y un amigo que lo acompañaba se dirigieron a un bar cercano para tomar unas cañas entre trono y trono. De repente una mujer entró en el local y a voz en grito anunció que habían abandonado a la Virgen en Puerta Nueva. Atónitos ante la noticia, ambos salieron corriendo para cerciorarse en primera persona del hecho y no tardaron mucho en comprobar que la señora no mentía; la procesión de la Virgen de Gracia había llegado a su fin a mitad del recorrido. Esa noche la imagen estuvo resguardada en calle García Briz, mientras que el Cristo obtuvo mejor suerte, consiguiendo llegar a duras penas a su capilla gracias a la inestimable ayuda de cientos de malagueños.

Pasaron los meses, y en enero del año siguiente el sobrino de Federico del Alcázar recibió una llamada de José Luis Gea Entrambasaguas. El que sería años más tarde hermano mayor había convencido a los “viejos” para llenar los varales de estudiantes, pero para conseguirlo necesitaría de su ayuda. Nuestro estudiante de Matemáticas no se lo pensó dos veces y recogió el guante. El reclutamiento de estudiantes había comenzado.

Los meses previos a la semana mayor se tornaron difíciles y angustiosos. La Cuaresma se acercaba y no fue empresa fácil convencer a tantos jóvenes para que metieran el hombro. El estudiante de matemáticas y otro amigo que también había aceptado el reto recorrieron varios colegios de Málaga para intentar llenar los varales lo antes posible. Aprovechando sus buenas relaciones con el delegado de Deportes de la facultad de Ciencias, éste convenció al equipo de rugby y de balonmano para que echaran un cable a la corporación victoriana. Conforme se iban llenando puestos, nuestros amigos inscribían a los portadores en una secretaría clandestina situada en el interior de la óptica de Entrambasaguas, en C/ Granada. Pocos días antes de la salida procesional y tras muchos kilómetros a las espaldas, José Luis Gea, Carlos Gálvez y Darío del Alcázar cumplieron su objetivo. Por cuenta propia, nuestro amigo aprovechó el viaje de ecuador de carrera a Canarias para comprar 40 cartones de tabaco ‘Wiston’, ‘Corona’ y Rubio’, ya que su tío era comisario de Policía en el aeropuerto y no estaba de más tener buenos detalles con sus compañeros.

Todo parecía ir sobre ruedas hasta que el Lunes Santo los artífices la exitosa campaña de captación se reunieron para almorzar con algunos miembros de la cofradía. El entonces Hermano Mayor, Antonio Rojo, les anunció que al día siguiente el Señor iría con ruedas. La noticia cayó como un jarro de agua fría a nuestro tridente cofrade, quienes apesadumbrados intentaron convencer a Antonio para que rectificara. El miedo y la mala experiencia del año anterior se sobrepusieron al inconmensurable trabajo de los chicos y nada pudieron hacer para evitar que el engaño se consumara al día siguiente. El Martes Santo los doscientos portadores se llevaron las manos a cabeza. Algunos, temerosos de hacer el ridículo, se negaron incluso a salir. Tras arduas negociaciones, todos los portadores accedieron a “meter el hombro”. El artilugio en cuestión fue diseñado por Álvaro Rodríguez y consistía en un mecanismo de cuatro ruedas dotado de frenos, suspensión y una dirección doble que imitaban la cadencia del paso malagueño. Dicho aparato iba pilotado por el mítico Antonio Cabra, quien conduciendo al volante hacía las veces de piloto. “La idea fue un fracaso sin paliativos, los varales se movían descoordinadamente y si te descuidabas podías llevarte un ‘viaje’ con el hierro”. Cuentan que en el encierro, cuando los mayordomos levantaban el Cristo a pulso, Antonio Cabra gritaba desde el interior de la mesa por miedo a caerse del ‘tronomóvil’. Aunque las ruedas del Cristo que tallara Castillo Lastrucci pasaron desapercibidas para muchos (los neumáticos quedaban escondidas bajo los faldones) el invento decepcionó a propios y extraños, siendo incluso noticia en un rotativo de Londres que se hizo eco de un ataque sin precedentes a una ancestral tradición. La Junta de Gobierno aprendió la lección y desechó para siempre tan descabellada idea.

Años más tarde, a mitad de los setenta, José Luis Gea fue nombrado hermano mayor de la cofradía y Darío le acompañó como primer teniente hermano mayor. El matemático ensalza la figura de Pipo y sus dos antecesores, Francis Luque y José Luis Gea Entrambasaguas, quienes, desde su punto de vista, consiguieron levantar la hermandad. El profesor presume de la calidad humana de sus hermanos, quienes trabajan mucho y en la sombra, así como del espíritu pionero de la corporación de calle Agua, que fue de las primeras en contar con casa hermandad y banda de cornetas y tambores propia. El matemático también se sincera ante el relevo generacional de nuestros días. “Puede que estemos cometiendo los mismos errores del pasado. La generación de chavales que levantó la Semana Santa en el pasado no puede permitirse el lujo de estancarla en el presente”.

Esta Semana Santa se cumplirán cuarenta años de tan entrañable anécdota. Lejos quedan ya los tiempos en que los varales se llenaban con alumnos de la Facultad de Económicas y las correspondientes rebajas en la factura de la academia por meter el hombro en la cofradía del profesor. Cuarenta años dan para mucho y hoy son pocos los que recuerdan que una vez un trono paseó por Málaga sobre ruedas. Sin embargo, pese al paso de los años, esta Cuaresma algún exalumno le saludará con cariño y no dudará en meterse con él preguntando “profesor, ¿este año qué? ¿saldrá el Rescate con ruedas?”

(La Tribuna estuvo capitaneada en dos etapas por Pedro Jerez y José Luis Pérez Cerón, y formaron parte del equipo personas tan relevantes y entrañables como Rubén García, Miguel Gutiérrez, David Gómez, Pepe Gómez, Raquel Espejo, Fran Moraleda, Juanma Parra, Pedro Alarcón, Juan Carlos Millán, Pablo Cortés, Pablo Santiago, Javi Román y Jose Torres).