Dejo
aquí el último capítulo del libro “Catarsis”, de Javier Benegas y Juan M.
Blanco.
Creo que no procede comentario alguno, excepto que los subrayados son míos.
EPILOGO. Tengo
un sueño
Finalizaba
el mes de agosto de 1963, cuando Martín Luther King pronunciaba su discurso más
famoso, «I have a Dream» (Tengo un sueño), a los pies del monumento a Lincoln
en la ciudad de Washington . Sus palabras que, desgranadas con una peculiar
retórica, se han convertido en un clásico del discurso político norteamericano
, expresaban con una fuerza inusitada su visión de futuro, sus anhelos de
igualdad de derechos en Estados Unidos y sus deseos del final de la
discriminación.
Aunque el
reverendo King murió
asesinado hace muchos años, si se encontrase hoy entre
nosotros difícilmente se conformaría con expresar su disgusto ante la crítica
situación actual. Volvería a llamar a sus seguidores, a marchar por pueblos y
ciudades, a pronunciar su famoso discurso, adaptándolo a los nuevos tiempos, al
nuevo país, pero con la misma fuerza, convicción y esperanza de futuro. Y quizá
estas serían hoy sus palabras:
Amigos,
hoy debo decir aquí, ante vosotros, que me encuentro profundamente decepcionado
con el funcionamiento de las instituciones políticas en España. En un país donde
los poderosos se llenan la boca con la palabra democracia, el pueblo no puede
sentirse representado cuando no puede escoger más que entre colores o listas. Donde el Parlamento se limita a recibir
las órdenes de las direcciones de los partidos. Y donde aquellos órganos
del Estado que fueron concebidos para actuar con independencia e imparcialidad
sufren un profundo proceso de politización, que pone en entredicho su eficacia
y credibilidad.
Sufrimos una corrupción generalizada, unas decisiones públicas
arbitrarias y una aplicación de la legalidad en función de la conveniencia
política. Nuestra clase dirigente no se encuentra suficientemente
cualificada y sus decisiones van más dirigidas a preservar sus privilegios que
a resolver los problemas de los ciudadanos. Estoy convencido de que esta
gran nación, España, necesita urgentemente unas reformas que conduzcan a un
sistema político maduro, equilibrado y mucho más participativo, donde los
gobernantes tomen sus decisiones pensando en el pueblo.
Igual que a todos vosotros, no me mueve otro interés que
el de vivir como ciudadano libre, gobernado por personas capaces y honradas.
Volved a vuestros pueblos y ciudades sabiendo que, de un modo u otro, esta
situación puede cambiar y va a ser cambiada. No podemos hundimos en el valle de la desesperación, del
conformismo o la resignación. Aunque veamos delante el muro de las dificultades
de hoy y mañana, amigos míos, yo os digo: todavía tengo un sueño. Y mi sueño
está enraizado en esos profundos anhelos
de libertad de todas las gentes que pueblan la geografía de España.
Tengo un sueño. Que un día votaremos a nuestro
diputado o concejal propio. Que examinaremos su programa pero también su
valía personal y profesional, su trayectoria, su actitud vital. Y que
exigiremos permanentemente responsabilidades de su actuación, en un contrato
estable entre representante y representados. Que nuestro diputado votará en
conciencia en la Cámara, sin hipotecas ni disciplinas de voto.
Tengo un sueño. Que personas honestas, independientes,
con criterio propio, ocuparán el Parlamento, desplazando a los funcionarios de
los partidos. Que elaborarán leyes justas, controlarán al Gobierno y nombrarán
para los órganos clave del Estado a ciudadanos capaces y honrados. Que veremos órganos
independientes, contrapesos del poder político, auténticas barreras que
impedirán a los poderosos violar impunemente las leyes o gastar sin límite el dinero que tanto cuesta ganar a los
ciudadanos.
Sin embargo, amigos, aun pudiendo seleccionar a nuestros
representantes por su valía personal, sería ingenuo confiar el buen gobierno a
la mera conciencia, bondad, honradez o responsabilidad de los elegidos. Sabemos
que el poder absoluto corrompe y tiende a sacar del ser humano las más bajas pasiones
e inclinaciones.
Por eso, tengo un sueño. Que nuestro sistema señalará
límites claros al ejercicio del poder y establecerá unos eficaces controles
para evitar el abuso y la arbitrariedad. Que garantizará una efectiva
separación de poderes entre Ejecutivo, Legislativo y Judicial, y asegurará
que cada uno supervisa y controla a los otros dos. Y que el Poder Judicial será
independiente y aplicará unas leyes justas,
estables y sencillas.
Sueño con unos partidos convertidos en asociaciones
libres de ciudadanos que comparten las mismas ideas, no en estructuras
burocráticas implacables que impiden la actuación en conciencia. Sueño con unos
candidatos elegidos por un sistema de primarias libres. Y con un verdadero
debate de ideas y propuestas entre partidos y candidatos, que sustituya
a la bronca discusión sin argumento
alguno.
Sueño con una nítida separación de lo público y lo
privado, que evite clientelismos, intercambio de favores y privilegios. Con
un sistema abierto, con idénticas oportunidades para todos, donde cada
persona se mida por su valía, su mérito y su esfuerzo y no por su posición,
cuna, raza o relaciones personales. Y en
una Administración neutral, con un trato impersonal e igual para todos, con
estricta observancia de la igualdad ante la ley, donde la corrupción sea
siempre la excepción, no la regla.
Tengo un sueño. Que el sistema autonómico dejará de
estar al servicio de los caciques regionales, que pasará a manos de los ciudadanos,
de aquellos que lo pagan con su esfuerzo diario. Y que las competencias
comenzarán a distribuirse con un criterio de eficiencia, no de mera
conveniencia política ni como moneda de cambio en un indigno e ignominioso
mercadillo de favores.
Sueño con una prensa independiente del Gobierno y de los partidos, que informe y ejerza la crítica a los gobernantes. Con unas
leyes que impidan la utilización de la publicidad institucional, o las
concesiones, para controlar la voluntad de los medios. Y con una España sin
televisiones dependientes del poder político.
Sin embargo, amigos, no toda la responsabilidad es de los
políticos o del sistema legal e institucional. Los ciudadanos debemos también
reflexionar; esforzamos para cumplir los sueños. Nuestra postura debe ser mucho
más activa, menos conformista en la política. Debemos participar y vigilar
permanentemente al poder.
Parece irreal, se asemeja a un sueño, pero depende de
todos nosotros que esta pesadilla se transforme en un proyecto de futuro repleto
de entusiasmo, esperanza e ilusión. Si queremos, podemos. En nuestra mano se
encuentra la llave de la libertad.
Muchas gracias.