jueves, 30 de julio de 2015

Una versión actualizada y para España del "I have a Dream", según @BenegasJ y @BlancoJuanM



Dejo aquí el último capítulo del libro “Catarsis”, de Javier Benegas y Juan M. Blanco.

Creo que no procede comentario alguno, excepto que los subrayados son míos.


EPILOGO. Tengo un sueño

Finalizaba el mes de agosto de 1963, cuando Martín Luther King pronunciaba su discurso más famoso, «I have a Dream» (Tengo un sueño), a los pies del monumento a Lincoln en la ciudad de Washington . Sus palabras que, desgranadas con una peculiar retórica, se han convertido en un clásico del discurso político norteamericano , expresaban con una fuerza inusitada su visión de futuro, sus anhelos de igualdad de derechos en Estados Unidos y sus deseos del final de la discriminación.

Aunque  el  reverendo  King  murió  asesinado  hace  muchos años, si se encontrase hoy entre nosotros difícilmente se conformaría con expresar su disgusto ante la crítica situación actual. Volvería a llamar a sus seguidores, a marchar por pueblos y ciudades, a pronunciar su famoso discurso, adaptándolo a los nuevos tiempos, al nuevo país, pero con la misma fuerza, convicción y esperanza de futuro. Y quizá estas serían hoy sus palabras:

Amigos, hoy debo decir aquí, ante vosotros, que me encuentro profundamente decepcionado con el funcionamiento de las instituciones políticas en España. En un país donde los poderosos se llenan la boca con la palabra democracia, el pueblo no puede sentirse representado cuando no puede escoger más que entre colores o listas.  Donde el Parlamento se limita a recibir las órdenes de las direcciones de los partidos. Y donde aquellos órganos del Estado que fueron concebidos para actuar con independencia e imparcialidad sufren un profundo proceso de politización, que pone en entredicho su eficacia y credibilidad.

Sufrimos una corrupción generalizada, unas decisiones públicas arbitrarias y una aplicación de la legalidad en función de la conveniencia política. Nuestra clase dirigente no se encuentra suficientemente cualificada y sus decisiones van más dirigidas a preservar sus privilegios que a resolver los problemas de los ciudadanos. Estoy convencido de que esta gran nación, España, necesita urgentemente unas reformas que conduzcan a un sistema político maduro, equilibrado y mucho más participativo, donde los gobernantes tomen sus decisiones pensando en el pueblo.

Igual que a todos vosotros, no me mueve otro interés que el de vivir como ciudadano libre, gobernado por personas capaces y honradas. Volved a vuestros pueblos y ciudades sabiendo que, de un modo u otro, esta situación puede cambiar y va a ser cambiada. No podemos  hundimos en el valle de la desesperación, del conformismo o la resignación. Aunque veamos delante el muro de las dificultades de hoy y mañana, amigos míos, yo os digo: todavía tengo un sueño. Y mi sueño está enraizado en esos profundos  anhelos de libertad de todas las gentes que pueblan la geografía de España.

Tengo un sueño. Que un día votaremos a nuestro diputado o concejal propio. Que examinaremos su programa pero también su valía personal y profesional, su trayectoria, su actitud vital. Y que exigiremos permanentemente responsabilidades de su actuación, en un contrato estable entre representante y representados. Que nuestro diputado votará en conciencia en la Cámara, sin hipotecas ni disciplinas de voto.

Tengo un sueño. Que personas honestas, independientes, con criterio propio, ocuparán el Parlamento, desplazando a los funcionarios de los partidos. Que elaborarán leyes justas, controlarán al Gobierno y nombrarán para los órganos clave del Estado a ciudadanos capaces y honrados. Que veremos órganos independientes, contrapesos del poder político, auténticas barreras que impedirán a los poderosos violar impunemente las leyes o gastar sin límite  el dinero que tanto cuesta ganar a los ciudadanos.

Sin embargo, amigos, aun pudiendo seleccionar a nuestros representantes por su valía personal, sería ingenuo confiar el buen gobierno a la mera conciencia, bondad, honradez o responsabilidad de los elegidos. Sabemos que el poder absoluto corrompe y tiende a sacar del ser humano las más bajas  pasiones  e inclinaciones.

Por eso, tengo un sueño. Que nuestro sistema señalará límites claros al ejercicio del poder y establecerá unos eficaces controles para evitar el abuso y la arbitrariedad. Que garantizará una efectiva separación de poderes entre Ejecutivo, Legislativo y Judicial, y asegurará que cada uno supervisa y controla a los otros dos. Y que el Poder Judicial será independiente y aplicará unas leyes justas,  estables y sencillas.

Sueño con unos partidos convertidos en asociaciones libres de ciudadanos que comparten las mismas ideas, no en estructuras burocráticas implacables que impiden la actuación en conciencia. Sueño con unos candidatos elegidos por un sistema de primarias libres. Y con un verdadero debate de ideas y propuestas entre partidos y candidatos, que sustituya a  la bronca discusión sin argumento alguno.

Sueño con una nítida separación de lo público y lo privado, que evite clientelismos, intercambio de favores y privilegios. Con un sistema abierto, con idénticas oportunidades para todos, donde cada persona se mida por su valía, su mérito y su esfuerzo y no por su posición, cuna, raza o relaciones personales.  Y en una Administración neutral, con un trato impersonal e igual para todos, con estricta observancia de la igualdad ante la ley, donde la corrupción sea siempre la excepción, no la regla.

Tengo un sueño. Que el sistema autonómico dejará de estar al servicio de los caciques regionales, que pasará a manos de los ciudadanos, de aquellos que lo pagan con su esfuerzo diario. Y que las competencias comenzarán a distribuirse con un criterio de eficiencia, no de mera conveniencia política ni como moneda de cambio en un indigno e ignominioso mercadillo de favores.

Sueño con una prensa independiente del Gobierno y  de los partidos, que informe y ejerza  la crítica a los gobernantes. Con unas leyes que impidan la utilización de la publicidad institucional, o las concesiones, para controlar la voluntad de los medios. Y con una España sin televisiones dependientes del poder político.

Sin embargo, amigos, no toda la responsabilidad es de los políticos o del sistema legal e institucional. Los ciudadanos debemos también reflexionar; esforzamos para cumplir los sueños. Nuestra postura debe ser mucho más activa, menos conformista en la política. Debemos participar y vigilar permanentemente al poder.

Parece irreal, se asemeja a un sueño, pero depende de todos nosotros que esta pesadilla se transforme en un proyecto de futuro repleto de entusiasmo, esperanza e ilusión. Si queremos, podemos. En nuestra mano se encuentra la llave de la libertad.

Muchas gracias.