En esta semana de debates electorales me permito rescatar este artículo publicado en el número 7 de la Revista Extoikos, en 2012.
El libro “Principios de Economía”, de Gregory Mankiw, es un
manual de referencia a nivel mundial. En
un especial publicado por el diario El País en enero de 2005 con motivo del
número mil de su suplemento dominical de
economía se incluía en una sección titulada “Diez títulos para dos decenios”.
La primera edición de este libro se publicó en 1998,
coincidiendo con el 50 aniversario del libro de texto universitario más popular
jamás escrito: “Economía”, de Paul Samuelson. La casa editora encargó a Mankiw
un libro de texto nuevo con el objetivo de convertirlo en el “Samuelson” de las
siguientes décadas.
Mankiw se define como un “neo-keynesiano” para el que la
nueva economía keynesiana también puede ser denominada nueva economía
monetarista. En el prólogo de su libro cuenta que creció en una familia en la
que se discutía frecuentemente de política en la cena. “Los pros y los contras
de las diversas soluciones que podían resolver los problemas de la sociedad
suscitaban fervientes debates. Pero en la escuela me habían inclinado por las
ciencias. Mientras que la política me parecía que era vaga, se iba por las
ramas y pecaba de subjetiva, la ciencia era analítica, sistemática y objetiva.
Mientras que los debates políticos seguían, sin llegar a ningún fin, la ciencia
avanzaba”.
Su primer curso de introducción a la economía le abrió los
ojos a una nueva forma de pensar. La economía tenía las virtudes de la política
y de la ciencia. Era verdaderamente una ciencia social. “Su objeto de estudio
es la sociedad, es decir, como deciden vivir los individuos y como se
interrelacionan. Pero enfoca la materia con el desapasionamiento de una
ciencia. Aplicando los métodos de la ciencia a las cuestiones relacionadas con
la política, trata de avanzar en los retos fundamentales que tiene toda
sociedad.”
La ventaja de la economía es que es una disciplina en la que
con unos pocos conocimientos se puede llegar bastante lejos y no puede decirse
lo mismo, por ejemplo, del estudio de la física o de la lengua japonesa.
En el primer capítulo del libro se presentan “Los diez
principios de la economía”, que según Mankiw son los siguientes:
1. Los individuos se enfrentan a disyuntivas.
2. El coste de una
cosa es aquello a lo que se renuncia para conseguirla.
3. Las personas racionales piensan en términos marginales.
4. Los individuos responden a los incentivos.
5. El comercio puede mejorar el bienestar de todo el mundo.
6. Los mercados normalmente constituyen un buen mecanismo
para organizar la actividad económica.
7. El Estado puede mejorar a veces los resultados del
mercado.
8. El nivel de vida de un país depende de su capacidad para
producir bienes y servicios.
9. Los precios suben cuando aumenta demasiado la cantidad de
dinero.
10. La sociedad se enfrenta a una disyuntiva a corto plazo
entre la inflación y el desempleo.
Como complemento a estos principios, o más bien como apoyo o
confirmación de los mismos, a
continuación presentamos “Las reglas de juego de la economía” tomadas de la
cuarta edición (año 2000) del libro “Economía. Teoria y Política”, de Francisco
Mochón. Como se puede ver, la similitud entre
“los principios” y “las reglas” es evidente:
1. Todos queremos más pero tenemos que elegir con criterios
adecuados.
2. Para todos los agentes económicos el coste de una cosa es
aquello a lo que se renuncia para conseguirla.
3. Si queremos tener más con los recursos de que disponemos
debemos recurrir a la especialización y al comercio.
4. Los intercambios realizados libremente en los mercados es
la forma en la que habitualmente se organiza mejor la actividad económica.
5. El sector público puede corregir y mejorar a veces la
forma en la que actúan los mercados.
6. Los agentes que actúan en la economía responden en su
comportamiento a los incentivos que se le presentan.
7. Para entender la economía hay que conocer la forma en la
que los economistas realizan sus análisis.
8. Los economistas no sólo tratan de conocer la realidad, en
ocasiones también se ocupan de transformarla.
9. La economía necesita simplificar la realidad para poder
abarcarla: los modelos.
Podemos deducir, por tanto, que si sobre las cuestiones
expuestas existe acuerdo, sobre aquellas no recogidas en los principios y
reglas no existe tal grado de consenso. Por ejemplo, en cuestiones fiscales:
¿impuesto sobre la renta o sobre el consumo?, ¿progresivo o proporcional?, ¿si
es progresivo, con muchos o pocos tramos? ¿con deducciones o sin deducciones?,
¿se grava el patrimonio y/o las herencias?. O sobre los servicios públicos:
¿gratuitos o con pago?, ¿los presta la administración o empresas privadas?,
¿renta básica o subvenciones en el coste?, etc.
Los cambios en la teoría y práctica de la Ciencia Económica
están permanentemente en discusión. Si nos acercamos a los estantes de libros
de economía en cualquier librería es sorprendente la gran cantidad de textos
que tratan de explicar la crisis económica y cómo salir de ella. Lo mismo
podemos decir si nos fijamos en los artículos de opinión de periódicos y
revistas especializadas. A esto podemos añadir el gran número de buenos blogs
que podemos encontrar la red. La información disponible es tan inabarcable que
ya se convierte en un problema la selección previa de las fuentes o autores
favoritos a consultar.
Los economistas deberían hacer un esfuerzo por explicar
didácticamente las razones por las cuales en algunos puntos el consenso está
muy generalizado. Igualmente se deberían especificar los otros asuntos en los
cuales no existen tales acuerdos y por qué. Y todo ello bajo el paraguas de una
frase de Borges con la que es fácil identificarse: “quizá haya enemigos de mis
opiniones pero, yo mismo, si espero un rato, también puedo ser enemigo de mis
opiniones”.
En economía, además, no basta con que las ideas o
conclusiones estén basadas en datos concretos sino que, para ser eficaces,
deben ser compartidas por la sociedad. En otras áreas del conocimiento, como la
medicina por ejemplo, basta con que el doctor conozca el remedio para que el
enfermo lo acepte. En economía no sirve ni siquiera con que coincidan segundas
o terceras opiniones, en economía es esencial que la opinión pública comparta
las opiniones de los expertos para que puedan ser aplicadas.
La difusión y aceptación de las ideas económicas es
absolutamente imprescindible para el éxito de las mismas. En los tiempos que
corren de crisis, no sólo económica, parece que los eslóganes se imponen
sistemáticamente a las ideas. El objetivo de este artículo ha sido resaltar los
principios en los que existe acuerdo entre los economistas y solicitar, para el
resto de cuestiones, reflexión y
dedicación a la tarea de encontrar nuevos puntos de acuerdo. Todo ello para
intentar resolver los problemas concretos que ahora requieren soluciones.