domingo, 6 de enero de 2019

Cerrar el circulo. Un reconocimiento de Rubén García a D. Manuel Devolx y Colegio Los Olivos



Dejo aquí el texto publicado por Rubén García en el libro conmemorativo de los 100 años de los Agustinos en Málaga y 50 años del Colegio Los Olivos.


El verano pasado mi padre comentó mientras cenábamos que D. Manuel Devolx sería justo merecedor de un artículo en el libro de antiguos alumnos del centenario de ‘San Agustín-Los Olivos’. Aunque no tenía intención de aportar ninguna pieza a esta obra, aquel deseo lanzado al aire lo interpreté como una señal del destino. La idea no tardó en coger forma en mi cabeza y rápidamente me puse manos a la obra con mi particular y humilde homenaje.


El círculo se abrió hace quince años. Devolx fue mi profesor de Lengua y Literatura en el primer ciclo de la E.S.O, precisamente tras finalizar Primaria con la maravillosa seño Conchita. Manuel nos gustaba a todos; nuestro profe era una persona carismática, divertida, con gran sentido del humor, con profunda vocación por la enseñanza y, por qué no decirlo, también era querido entre sus pupilos por dictarnos las preguntas el día antes del examen. Él podía. Pero más allá de esta anécdota, nuestro maestro usaba recursos que lo diferenciaban del resto. No quiero insinuar que era mejor o peor que cualquiera de sus compañeros, pero con el paso de los años, cuando se echa la vista atrás y se analiza con perspectiva algunas de sus prácticas, uno comprende que Manuel Devolx era un docente distinto. Es más, me atrevería a etiquetarle como “avanzado a su tiempo”, pues muchos de los valores de la enseñanza actual encontrarían cabida en su particular método. Cuando leíamos “El Camino” de Delibes en clase, recuerdo a la perfección comentarios suyos como: “Por favor, prestad atención al capítulo tres y a sus descripciones. Seguramente sea la parte más importante del libro”. Pequeños detalles que marcaban la diferencia, con el único fin de estimular a su alumnado. Igualmente, cada viernes por la mañana nos hacía un test de sintaxis, algo que rompía el modelo habitual de examen tras la conclusión de un tema o unidad. Y lo recuerdo bien, entre otras razones, porque en una de esas pruebas saqué el único cero que me han puesto en la vida. Un accidente lo tiene cualquiera, ¿verdad? 


Sin embargo,  el motivo por el que llevo a Manuel Devolx en el corazón es porque él fue quien me inculcó la pasión por la expresión escrita. A buen seguro, una de las habilidades más importantes que me llevé del ‘Los Olivos’ hace poco más de un lustro y que, como no podía ser de otra manera, he intentado desarrollar y perfeccionar en la medida de mis posibilidades. Al principio del trimestre, Manolo repartía a cada alumno una cuadrícula Excel con diez títulos y el nombre de todos los integrantes de la clase. Varias veces al mes, nuestro maestro actualizaba la ficha y nos la volvía a entregar puntuando con uno, dos o tres asteriscos cada redacción, consiguiendo que, de alguna forma, nos “picásemos” con nosotros mismos para conseguir completar el mayor número de casillas con las ansiadas tres estrellas. ¡Y ya ves si lo consiguió! Aún hoy conservo una de esas míticas carpetas azules de cartón con decenas de redacciones corregidas y calificadas por él, repleta de señales de en rojo en las comas, tildes, exceso de palabras comunes, verbos frecuentes y un largo etcétera de ligeros matices, con el objetivo de pulir nuestros errores y “vicios” para sacar a relucir el pequeño escritor que llevábamos dentro y enfrentarnos con solvencia en un futuro al temido papel -hoy pantalla- en blanco. Incluso, en aquella etapa, Manolo Devolx me seleccionó para un concurso de redacción que organizó una conocida marca de refrescos un sábado en la Universidad. Un desastre, todo sea dicho, pero lo importante fue la experiencia.


Gracias a él y, por supuesto, al empeño de mis padres en inculcarme el hábito de la lectura desde bien pequeño, en esta década y media que ha transcurrido desde aquellas clases he tenido la suerte de hacer mis pinitos en periódicos locales, magazines digitales e incluso el escritor Lorenzo Silva publicó una carta que escribí al suplemento ‘XLSemanal’. Por no hablar de lo vital que ha sido en la carrera de Derecho y en el ámbito profesional saber redactar y estructurar textos o correos con corrección o, simplemente, para compartir reflexiones en mis redes sociales, como buen millennial (y que el mismo Manuel Devolx comenta, pues somos amigos Facebook, como no podía ser de otra manera). Todos estos pequeños logros se los debo a él, pues cada vez que me pongo a juntar letras está presente su sello y su magisterio. Pasará el tiempo y mi mente nunca dejará de asociar la escritura a su figura, al igual que mi subconsciente unirá la literatura española a la persona de Mariví Berlanga (¡Cómo olvidar esas clases en las que se emocionaba relatándonos ‘La Casa de Bernanda Alba’!) o los valores del trabajo diario, la disciplina y el esfuerzo constante a mi amiga Mariví García-Larios. Y me detengo aquí, pues me dejo a otros referentes en el tintero. Me lo guardo para el siguiente aniversario…


Se cierra el círculo. O mejor dicho, sigue abierto. Es más, confío en que tarde muchos años en concluir del todo, señal de que aún tengo mucho que aprender. Eso sí, la semilla y el sembrador que dio origen a todo no se olvida. Es imposible.


Este fruto es tuyo.


Gracias por tanto, profe.