Dejo aquí el artículo publicado en el blog Hay Derecho el pasado 5 de septiembre:
Me atrevo a escribir esta entrada principalmente por dos razones.
En primer lugar, porque me siento intelectualmente obligado a modificar unas
conclusiones publicadas por mí en este blog. En segundo lugar, porque creo que
el éxito de la comercialización y reparto centralizados de los derechos de
televisión puede servir de reflexión y ejemplo para otras políticas necesarias
en otros ámbitos.
El 9 de junio de 2015 publiqué en este blog “El nuevo reparto de los derechos
televisivos. Una decepción” tras la aprobación del Real Decreto-ley
5/2015, de 30 de abril, “de medidas
urgentes en relación con la comercialización de los derechos de explotación de
contenidos audiovisuales de las competiciones de fútbol profesional”.
Tras señalar algunas ventajas del nuevo sistema, expresé que
el principal inconveniente era el de la consolidación de la desigualdad. Real
Madrid y Barcelona no perdían ni un euro y los auténticamente beneficiados eran
los otros “equipos grandes”. Y es cierto que se ha configurado un grupo de
siete grandes. Pero creo que todos han salido ganando y, sobre todo, los más
pequeños. A ver si soy capaz de explicarlo.
Reconozco que estoy ahora escribiendo
bajo la influencia del estupendo libro de Víctor Lapuente “El retorno de los
chamanes”, que ya fue recomendado aquí por Rodrigo
Tena el 31 de octubre de 2015 y que me sirve para desarrollar los
argumentos de esta nueva entrada.
La tesis central del libro,
según explica el propio autor en el primer capítulo, es que existen dos grandes
retóricas políticas: la del chamán y la de la exploradora. La retórica del
chamán se basa en la indignación, en soñar con lo imposible, en las grandes
expectativas de cambio. La retórica de la exploradora se basa en la solidaridad,
en el consenso, en soñar con lo posible, en las pequeñas expectativas, en la
política incrementalista. La retórica del chaman divide a las sociedades y
paraliza el progreso, es más cerrada e intolerante. La de la exploradora une a
las comunidades políticas y estimula los avances, consiste en comparar la
política actual con alternativas factibles. En definitiva, un libro que encaja
perfectamente en el espíritu de este blog.
Leyendo el libro he pensado que
la venta centralizada de los derechos de televisión ha constituido un éxito y
que se puede poner como ejemplo de política incrementalista. Se ha reformado un
sistema respetando “los privilegios de los poderosos” pero beneficiando a
todos, sobre todo a “los más débiles”.
Los primero que llama la atención
sobre la nueva situación es el enorme incremento en solo dos años del tamaño de
la “tarta” a repartir (la típica cuestión económica y política de si centrarnos
más en repartir la “tarta” o en aumentar su tamaño). De unos ingresos totales
de 785,6 millones de euros antes del Real Decreto (784,6 millones de euros la
temporada anterior, es decir, cierto estancamiento), pasamos a 1.270,7 millones
presupuestados para la temporada 2016-17, el primer año de venta centralizada
(la temporada 2015-16 se puede considerar de transición). Un 62% más.
Si entramos en detalles, vemos
como este incremento del 62% no es igual para todos los equipos. Así, mientras
el primer equipo crece solo un 7% (los dos primeros partían de una situación de
privilegio sin parangón en el resto de las principales ligas europeas) el
último equipo crece un 158%, pasando de 15,3 millones a casi 40 millones de
euros. Es decir, actualmente el equipo que menos recibe ya ingresa 40 millones
por televisión. Ya puede competir un poco mejor con el resto de equipos. Por sí
mismo, con 40-50 millones de euros de presupuesto ya es una gran empresa de
tamaño considerable.
Insistiendo algo más en los
aspectos positivos:
a) Vemos como con el anterior
sistema el primer equipo recibía más de 10 veces lo que el último, en el primer
año del nuevo sistema la relación baja hasta 4,4; el Real Decreto-ley establece que “esa diferencia entre quien ingrese más y menos irá disminuyendo
progresivamente hasta un máximo de 3,5 veces, que se alcanzaría con un ingreso
igual o superior a mil quinientos millones de euros”.
b) Real Madrid y Barcelona
acaparaban conjuntamente el 41% de los ingresos hasta la temporada 2014-15, en
la 2016-17 el porcentaje baja hasta el 27%.
Los dos equipos grandes tenían
asegurados sus ingresos con el nuevo reparto, lo que no dejaba de ser una
imposición bastante injusta considerando la extrema desigualdad en el momento
de negociar, pero el resultado final ha resultado beneficioso para todos.
Creo que la experiencia de la
venta centralizada de los derechos de televisión impuesta por ley, no lo
olvidemos, ha resultado positiva para todos y se ha podido llevar a la práctica
gracias a un diseño que garantizaba el poder de los grandes, con lo cual no
hubo boicot y pudo ser aceptado por ellos.
Ahora, solo dos años después,
con la mejor posición de todos, se puede pensar en la mejora del sistema. La relación de fuerzas parece haber cambiado.
Los pequeños ya no son tan “pequeños” como para tener que aceptar
indefinidamente unos criterios de reparto manifiestamente mejorables.
Según el último Informe
Económico Financiero del La Liga, el impacto económico del futbol profesional
en España equivale a un 0,8% del PIB, generando empleo (directo e indirecto)
para más de 82.000 personas. La asistencia a los estadios durante la temporada
2015-16 ascendió a 14 millones de espectadores.
En relación a esta importancia
económica y social del futbol, entiendo que es procedente hacer referencia a
otro éxito de La Liga: las normas para la elaboración de presupuestos, con el
consiguiente control de ingresos y gastos y el establecimiento de topes
salariales que garanticen el equilibrio presupuestario.
Podríamos profundizar en los
beneficios de este control a nivel “macroeconómico”. Por ejemplo, evitando crisis “sistémicas” de
sobreendeudamiento como consecuencia del descontrol en los gastos, es decir, la
situación de hace unos años. O el riesgo moral de que los todos los ciudadanos
tengan que asumir la quitas ante Hacienda o Seguridad Social de clubs en
concurso de acreedores por su mala gestión. O sociedades anónimas deportivas
generosamente financiadas por cajas rescatadas por el Estado. Etc. Pero prefiero
quedarme en un nivel “microeconómico”, con la tranquilidad que deben tener los
aficionados (otra vez la parte más débil) de que sus equipos podrán estar mejor
o peor deportivamente, pero ya no en peligro de desaparición gracias a los
mayores ingresos y al tope salarial.
Ojalá alguien fuera capaz de
imponer controles efectivos y disciplina real a las administraciones públicas
españolas, que siguen con sus déficits incontrolados (digan lo que digan) y una
deuda tan enorme que nos ha condenado a todos a vivir pagando intereses (y no
mejorando los servicios públicos e infraestructuras) durante el resto de
nuestras vidas, como ya expusimos aquí José María López y yo el 8 de julio de
2014 en “La deuda pública española: Saturno devora a
sus hijos”.
En resumen, por todo esto me he
atrevido a escribir este artículo, se pueden hacer grandes reformas que
beneficien a todos sin necesidad de revoluciones que, siempre, generan bandos
de vencedores y vencidos difícilmente reconciliables. Pero para ello hace falta
imaginación y voluntad. La utilidad de la retórica de la exploradora frente a
la frustrante retórica del chamán. Utilizar el BOE en caso necesario para
resolver inteligentemente los problemas, no para perpetuar privilegios.